Sí, extasiado observaba una y otra vez el inmenso barco flotante a la orilla del pacífico, el cual, desde mi pequeña barca, parecía como si fuese un gran globo de algodón multicolor que invitaba a vivir las experiencias más maravillosas.
Eran las 10:00 de la mañana del primer día de vacaciones y como de costumbre, el hombre de traje blanco y apariencia serena, ayudaba en el aterrizaje de cada globo, de donde desembarcaban uno a uno a los niños que eran premiados por ser los mejores del grupo en el colegio de los sueños.
Cuando arribaban, entregaban su escarapela y el buen hombre les explicaba el lugar a que cada puerta del barco los conduciría y cómo, al pisar del otro lado, sus vestimentas y apariencias cambiarían para comenzar a vivir cada fantasía.
Yo contemplaba cómo dudaban ante cual pase escoger, pero cuando finalmente se decidían, uno a uno decía al buen hombre:
-Yo quiero el pase al mundo de la música.
-A mí dame el pase al mundo de la jungla.
-Yo deseo el pase al mundo de los cuentos.
-Yo quiero el pase al mundo de la luna.
Y mientras tanto mi mirada se perdía en la inmensidad y el calor de la mañana soleada me daba el pase al mundo de los sueños. Inmediatamente apareció ante mí el submarino azul celeste de estrellas plateadas con un hermoso traje de buzo. Una vez mi submarino llegó al fondo del mar comencé a nadar entre una lluvia de peces multicolores, cantidad de caballitos de mar, caracoles y enormes ballenas juguetonas, reíamos y me contaban bonitas historietas con finales felices.
Después de mucho recorrer las corrientes y muy cerca del arrecife, los corales y los pulpos, una gran alga marina se enreda a mi pierna, mi oxígeno se agota y un gran cangrejo violinista se acerca, entonces, por primera vez siento un poco de miedo, pero el gran cangrejo en vez de agredirme con su enorme pinza, corta las algas que me sujetaban; y al salir a la superficie para respirar de nuevo, una dulce voz me despierta diciendo:
-Bienvenido Samuel, nuevamente estás en el mundo que elegiste para ti, el mundo que puedes tocar, oler y sentir, el que realmente vale la pena vivir.
EL HERMANO DEL VIENTO
En una tarde de verano, de repente, a eso de las 3:00 en punto, un fuerte viento arrasaba con los envejecidos entejados de un pequeño pueblo llamado El Rocío; los árboles crujían como si les doliera mucho aquel enérgico abrazo al que no estaban acostumbrados y que lastimaba sus ramas más tiernas. Los pájaros carpinteros permanecían con ojos de asombro a la entrada de sus guaridas, y las golondrinas de tardes apacibles, aquel día no se vieron más.
-“¿Qué será lo que le sucede a mi hermano el viento?” preguntó el hermano sol.
-“¿Qué le podrá haber causado tanta furia?”
-“¿Será un dolor atroz que le desgarra el alma?”
-“En fin”, pensó el hermano sol, en ese momento debería actuar.
Precisamente ahí fue cuando unos suaves y mágicos rayos de sol comenzaron a atravesar el cuerpo enfurecido del viento, el cual, fue ablandándose como si aquellos rayitos le hicieran cosquillas en el estómago y, entonces, aquel monstruoso y asustador ventarrón, se fue volviendo cada vez más suave, tierno y juguetón de los vientos, que como otras tantas tardes se robaba la risa legre de los niños, alborotaba sus cabellos y les regalaba miles de aleluyas de hojas con olor a jazmín y cantos de ruiseñor.
CUANDO SUENA EL DESPERTADOR
Qué decir de este preciso instante en que un timbre o un sonido, que aunque de cierta forma es familiar a nuestro sentido del oído, tiene una manera peculiar de sacudirnos y de sacarnos bruscamente a la realidad.
Nuevamente el corazón, un poco acelerado, despierta nuestros adormilados pensamientos y uno a uno van pasando –como pequeñas películas- que dibujan inmediatamente lo grato o la amargo que éstos representan. Unos, “dulcemente agradables”, suavizan el rostro y dibujan bonitas sonrisas; otros en cambio, cotidianamente muy frecuentes, llegan de repente y hasta endurecen nuestra expresión recientemente amanecida, e inmediatamente con un gesto casi involuntario los queremos espantar con nuestra calientita cobija, damos media vuelta en la cama e intentamos pensar en algo diferente.
En fin, de una u otra forma el despertador es un elemento, que aunque aparentemente inofensivo, es ante todo, un activo tangible y arbitrario que te despierta y te empuja a asumir nuestras más variadas realidades.
Beatriz Gutiérrez |